👑🏙🍹 Reina de la Ciudad con un Té Helado – Relato

Sentado en la silla de enfrente, observé cómo ella jugaba distraídamente con su vaso de té helado. El hielo giraba en círculos lentos, como si desafiara al tiempo y a la gravedad. Cada movimiento de sus dedos era hipnótico, y no podía evitar preguntarme si lo hacía a propósito, si sabía que cada gesto suyo me mantenía atrapado. Sus ojos, uno rojo y el otro verde, brillaban con una intensidad que parecía atravesarme. Cada mirada me dejaba expuesto y vulnerable. Era imposible no fijarse en ella: su cabello blanco, salpicado de mechas de colores brillantes, resplandecía bajo el Sol, y el cuero de sus botas reflejaba la luz como un faro urbano. Su escote revelaba una delicada lencería negra de encaje, mientras su camisa anudada bajo el pecho dejaba justo lo suficiente al descubierto para mantener mi atención. Nada en su vestuario era casual; ella decidía qué mostrar y cuánto ocultar.

—¿Qué miras? ¿Te gusta lo que ves? —preguntó con una sonrisa traviesa, juntando las piernas con una elegancia que desafiaba cualquier intento de indiferencia por mi parte.

Levanté mi vaso y sonreí, aunque sentía un nudo en el estómago. Sabía que en este encuentro yo no era más que un espectador afortunado, un mero testigo de su presencia. Ella reinaba sobre la terraza, sobre la ciudad, sobre cada segundo que compartíamos. Su dominio era absoluto, y por su gracia me había permitido estar frente a ella y tomarle una foto para colgarla en «AdenofreakTP». Pero, ¿era eso realmente un privilegio? O solo otra forma de sometimiento.

—Siempre me gusta lo que veo cuando estoy contigo —respondí, intentando mantener la compostura. Mi voz sonó más segura de lo que me sentía en realidad.

—Eso demuestra que no te conformas con cualquier cosa —dijo, inclinándose ligeramente hacia adelante. Ella rió, un sonido claro y melodioso que parecía resonar en el aire como una canción. Su perfume, una mezcla de vainilla y algo más oscuro, más misterioso, invadió mis sentidos.— Pero no te confundas, que esto no es para ti.

Sus palabras me golpearon con la fuerza de una bofetada, aunque no mostré ninguna reacción. Sabía que tenía toda la razón. Ella no pertenecía a mi mundo. Era como una estrella fugaz, brillante y efímera, y yo solo un espectador en la oscuridad, creador de la imagen pero fuera de ella. Debía conformarme con la foto que acababa de tomarle.

Tomó un sorbo de su bebida y apartó su mirada bicolor, fijándola en el horizonte de la ciudad. Parecía que allí, entre los rascacielos y las nubes, se escribía su próxima conquista. Yo solo podía brindar en silencio, sabiendo que este momento era solo un préstamo de su tiempo. Ella ya estaba en otra parte, en otro horizonte, mientras yo seguía aquí, atrapado en su reflejo.

—Brindo por ti, chica —dije en voz baja, casi para mí mismo.

Ella sonrió, pero no respondió. No necesitaba hacerlo. Su silencio era suficiente para recordarme mi lugar: un admirador más en su colección, un instante en su eternidad. Y, sin embargo, no podía evitar desear que ese momento no terminara nunca.


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