😏🔇📚 Musa Descarada en la Biblioteca – Relato
Las bibliotecas suelen ser lugares de estudio, de reflexión, de silencio. Santuarios donde el tiempo parece detenerse, donde el murmullo de las páginas al pasar y el crujir leve de los lomos de los libros son los únicos sonidos permitidos. Pero aquella tarde, entre los estantes cargados de libros antiguos y el cálido resplandor de las lámparas, el silencio no fue más que un telón de fondo para algo mucho más intenso. Una presencia femenina rompió la quietud con una elegancia descarada, transformando el ambiente en algo completamente distinto.
Roxanne apareció entre las estanterías como si surgiera de un sueño. Llegaba sin prisa, aunque supiera que la estaba esperando. Sus botas de tacón resonaban con un ritmo pausado sobre el suelo de madera, cada paso anunciado con un eco sutil que parecía marcar el compás de un ritual. Llevaba una chaqueta de cuero abierta, revelando descaradamente su piel desnuda debajo, pero sin mostrar más de lo necesario. Sus pantalones relucían con el leve reflejo de la luz, aferrándose a sus curvas de manera hipnótica. Los guantes largos de látex rojo envolvían sus dedos con una elegancia perversa, dándole un toque de peligro que contrastaba con la serenidad del lugar.

—Así que… una biblioteca. ¿Este es el escenario que has escogido para mí? —preguntó Roxanne, mordiéndose el labio con fingida inocencia, aunque sus ojos verdes brillaban con una chispa de complicidad.
Se apoyó contra una de las mesas, su figura destacándose entre los viejos volúmenes encuadernados en piel. Sus manos enguantadas recorrieron la superficie de madera antes de deslizarse sobre sus propios muslos con una lentitud provocadora. Aquellos ojos verdes me observaban con una mezcla de diversión y desafío que me hacía dudar quién estaba realmente en control de la situación, si ella como modelo o yo como artista. Jugaba con el borde de su chaqueta, estirándola apenas un poco más para hacerme notar lo fácil que sería abrirla por completo. Era muy consciente del efecto que provocaba con tan simple gesto, y disfrutaba de cada segundo.
—Me sentaré aquí —anunció ella, con decisión. Y sin esperar respuesta alguna, se sentó sobre la mesa, entre los libros antiguos apilados a su alrededor.
Deslizaba una de sus manos enguantadas sobre sus muslos brillantes, mientras con la otra mano seguía jugando con el borde de la chaqueta, siempre amenazando con desvelar su busto desnudo. Cada movimiento suyo era calculado, como si estuviera interpretando un papel en una obra de teatro íntima, donde yo era el único espectador. Pero no, no era solo un espectador; yo era parte de su juego, y ella lo sabía.
—Dibújame, anda —ordenó suavemente Roxanne, aunque su tono no dejaba espacio para una negativa—. Pero quiero que captures todo. No solo cómo me veo… sino cómo te hago sentir.
El desafío estaba planteado. Su expresión era una mezcla de picardía y paciencia, como si disfrutara de la idea de hacerme perder la concentración. Se recostó apenas hacia atrás, apoyándose en sus manos con total descaro, sus guantes rojos brillando bajo la luz tenue de la biblioteca. La luz de las lámparas parecía acariciar su figura, resaltando cada curva, cada detalle de su ropa y su piel. El ambiente se había transformado en algo casi mágico, como si el tiempo se hubiera detenido para que yo pudiera capturar este momento.
Tomé el lápiz con manos que apenas temblaban, intentando mantener la compostura. Pero era difícil concentrarse cuando Roxanne estaba allí, desafiándome con su mirada, con su vestuario, con su presencia. Cada trazo que hacía en la pantalla táctil parecía insuficiente para capturar la esencia de lo que estaba viendo. No era solo su belleza física, sino la manera en que llenaba el espacio, cómo transformaba la biblioteca en algo completamente distinto, algo que pertenecía solo a ella.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Roxanne, con una sonrisa que era mitad inocencia, mitad provocación. Su voz era suave, pero cargada de una intensidad que hacía que el aire a mi alrededor pareciera más denso.
—Es difícil no hacerlo —respondí, intentando mantener la calma, aunque mi pulso acelerado delataba mi nerviosismo.
Ella rió, un sonido bajo y melodioso que resonó en la habitación.— Bien. Entonces asegúrate de que tu dibujo refleje eso. Quiero que quien lo vea sienta lo mismo que tú sientes ahora.
Y así, entre el susurro de las páginas de los libros y el eco de sus palabras, comencé a dibujar. Cada línea, cada sombra, cada detalle era un intento de capturar no solo su imagen, sino la energía que emanaba de ella. Roxanne no era solo una modelo exquisita; era una fuerza de la realidad cuya presencia transformaba todo a su alrededor. Y yo, con el pulso acelerado y la mente ya atrapada en cada detalle sabía que esta debía ser una de mis creaciones más memorables. Roxanne lo merecía.