Fauna de Animación – Heidi
Ha llegado la nostalgia a «AdenofreakTP». Hoy nos tocará rememorar tiempos pasados cuando los dibujos nos enseñaban valores y cosas más interesantes que muchas series de hoy en día que presumen de ser educativas. Vamos a analizar los animales que aparecen en «Heidi», una serie de animación japonesa que conquistó a toda una orgullosa generación de la cual formo parte. Este es mi homenaje a la niña de los Alpes.

Poco puedo decir sobre la historia que no conozcamos ya. La pequeña Heidi acaba a cargo de su abuelo, que vive como un ermitaño en mitad de las montañas con la única compañía de su perro y un par de cabras. Heidi hará amigos en medio de muchas aventuras y desventuras, como Pedro y Clara, y al final demostrará que su abuelo no es tan huraño como todos piensan.
Y todo el argumento rodeado de una fauna y flora admirablemente recreadas, sobre todo para tratarse de una serie animada de los años 70. Esta vez nos dedicaremos a conocer a los animales, y más adelante les daremos un repaso a las plantas.
Animales de «Heidi»
Empezaremos por Niebla. Es un enorme perro (Canis lupus familiaris) de raza «San Bernardo» que pertenece al abuelo de Heidi, y rápidamente hizo buenas migas con Heidi, Pedro y, más tarde, con Clara. Más de una vez ha ayudado a los chicos a salir de algún apuro, salvando el día como se espera de una raza canina nacida para el rescate alpino y el pastoreo.


Como su dueño, Niebla impone al conocerlo, pero acaba demostrando su carácter tranquilo y atento. Sus ladridos son potentes aunque poco frecuentes, pues suele comunicarse más bien a base de desmesurados bostezos.
Para completar su perfil, añadiré que su comida favorita son los caracoles, vivos y con su concha. Anda que no tiene unos gustos refinados ni nada.

A las cabras ya os las presenté en su propia entrada. Blanquita, Diana, Copo de Nieve, Bonita, Salvaje y las demás son evidentemente cabras domésticas (Capra aegagrus hircus), rumiantes que fueron domesticados por primera vez hace unos 10.000 años en algún lugar perdido de Oriente medio.
Desde el comienzo fueron pastoreadas en busca de pastos frescos, y tras muchas generaciones de selección artificial se potenciaron su comportamiento gregario, su docilidad y su producción de leche. El oficio de cabrero de Pedro es uno de los más antiguos del mundo.

Del mismo género que las cabras domésticas es «El señor de las cumbres», como lo llamaba Pedro. Es una manera muy respetuosa de referirse a los íbices o cabras alpinas (Capra ibex), un rumiante salvaje que no conoce el miedo a las alturas.


Un buen día, Heidi se encontró en las praderas un polluelo arrojado desde su nido por una fuerte ráfaga de viento. Heidi lo recogió y se decidió a cuidarlo, como era de esperar. Lo llamó Pichí.

Al abuelo de Heidi solo le bastó un rápido vistazo para catalogar a Pichí como un verderón (Chloris chloris), un fringílido muy común en toda Europa. No se parece del todo a un verderón, pero por una vez confiaremos en la sabiduría popular y lo aceptaremos tal cual.



Sin embargo, no voy a aceptar lo que hacen con el gavilán. En las montañas hay un animal legendario al que todos los habitantes llaman «el gavilán», una criatura solitaria y orgullosa que vuela entre las altas cumbres.
Pero más bien, creo que tanto Heidi, Pedro y el abuelo llaman gavilán a toda ave rapaz que distinguen a lo lejos. Y esto viene a que en las pocas veces que se ve de cerca «el gavilán», han resultado ser dos animales bastante diferentes.
Normalmente «el gavilán» se presenta como una gran ave de presa que planea sobre las corrientes térmicas. Podría tratarse de un águila real (Aquila chrysaetos), común en los Alpes: un depredador de pico robusto y fuertes garras adaptado para capturar y matar mamíferos.


Pero «el gavilán» que intentó atacar a Pichí cuando empezaba a dar sus primeros vuelos era muy distinto. Era más pequeño, con las alas cortas y la cola larga, propias de un cazador evolucionado para perseguir pajarillos con agilidad.

Este sí que se parece al verdadero gavilán (Accipiter nisus), o más bien a su pariente de mayor tamaño el azor (Accipiter gentilis). Si lo comparamos con Pedro parece muy grande para ser un gavilán.


En los prados de montaña también se pueden ver a las «dormilonas», que siempre andan observando y se esconden a la menor señal de peligro, ya sean los niños o un águila real (su depredador habitual).
Las «dormilonas» son marmotas alpinas (Marmota marmota), roedores esciuromorfos que podríamos considerar como una especie de ardillas gigantes que viven en el suelo. Son famosas por hibernar durante el invierno en refugios subterráneos, durmiendo acurrucadas mientras afuera se acumula la nieve y sopla la ventisca. De ahí su nombre popular.


Durante la estancia de Heidi en Frankfurt, en la que conoció a su amiga Clara, encontró algunos animales y a otras criaturas extrañas (criaturas como la señorita Rottenmeier).
Por ejemplo está el canario (Serinus canaria) que a nuestra Heidi tanto le recordaba a su querido Pichí. Fue un regalo del señor Sessemann a su hija Clara, para que le diese compañía en su soledad.

A la señorita Rottenmeier no le gustaba el comportamiento espontáneo de Heidi, y a la primera oportunidad la encerró en la bodega para que escarmentase. Heidi se cobró su venganza haciéndose amiga de unos ratones (Mus musculus) para horror de la servidumbre.

Y no contenta tras el incidente de los ratones, Heidi se las arregló para introducir gatos de contrabando en la casa de Clara. Como era de esperar, la señorita Rottenmeier resultó ser alérgica a los gatos y no duraron mucho. Todos los gatos domesticos son de la subespecie Felis silvestris catus.


En sus escapadas por las calles de Frankfurt, Heidi conoció a un organillero que llevaba una tortuga en el bolsillo. Parece ser un galápago por la forma deprimida de su caparazón, y el único galápago presente en Alemania es el galápago europeo (Emys orbicularis).

Heidi asustó sin querer a una bandada de palomas blancas cuando subió a un campanario de Frankfurt, con la idea de ver las montañas desde un lugar elevado. Todas las palomas que viven cerca de los humanos son palomas bravías (Columba livia).

A Heidi se le ocurrió una vez llevar a la habitación de Clara una cesta llena de mariposas para regalarle a su amiga un momento de belleza natural. No sabría identificarlas a todas, pero al menos puedo deciros que todas las mariposas diurnas son insectos de la superfamilia de los papilionoideos, englobada dentro del orden Lepidópteros.

Sin embargo, sí que puedo identificar la mariposa que se le posa a Niebla en la nariz. Esa mariposa diurna con alas blanquecinas y esas oscuras podría ser una mariposa de la col (Pieris brassicae). Es un lepidóptero muy común de las praderas europeas y sus orugas se alimentan de plantas de la familia crucíferas, sean silvestres o cultivadas, como las coles.


Durante su primer invierno en los Alpes, Heidi adoptó la costumbre (por curiosidad y por matar el aburrimiento) de alimentar a los animales que se refugiaban bajo los abetos detrás de la cabaña de su abuelo. Todos los días les llevaba un poco de heno, y en los mejores momentos llegaban a congregarse varios ciervos y muchos conejos, ratas y pajarillos.


Se ven muchas vacas (Bos primigenius taurus) a lo largo de la serie, pues no iban a ser las cabras el único ganado de las gentes de Suiza. A destacar la que le dio tal susto a Clara que la obligó a ponerse en pie, demostrando que su curación era posible.

También salen muchos caballos (Equus ferus caballus), como los que tiran de carros y calesas en Frankfurt. Mención especial para el caballo psicópata al que le caía tan mal la señorita Rottenmeier.

Un día que había mucha niebla y Heidi y Pedro se perdieron en la montaña, apareció un zorro (Vulpes vulpes) cruzando un barranco sobre un tronco caído.


Para terminar, Heidi y Clara se encuentran una mariquita amarilla mientras juegan sentadas en la hierba. Esta podría ser una mariquita de veintidós puntos (Psyllobora vigintiduopunctata), una especie muy llamativa. Es conocida entre los hortelanos como un agente biológico en la lucha contra hongos parásitos de los cultivos.

