Fauna de Animación – Atlantis, el Imperio Perdido

Tras pasar la edad de oro, la factoría Disney nos sorprendió a principios del nuevo milenio con una aventura ambientada en el siglo pasado sobre la ciudad perdida de la Atlántida. Estamos ante un clásico infravalorado por el público en general, cuando Disney nos tenía acostumbrados a los musicales animados, y de repente nos dio una película épica con un diseño de personajes atípico y sin una sola canción.

Veremos las bestias extrañas que acompañaron a Milo y Kida en su aventura

En defensa de «Atlantis»

Varias son las razones para que «Atlantis» nunca fuera tan aceptada como debería. Sé que ha sido muy criticada por su aparente semejanza con el anime japonés «Nadia y el misterio de la piedra azul«. Desconozco hasta qué punto será cierta tal acusación, pero eso es algo que algún día tendré que comprobar por mí mismo cuando vea dicha serie. Hasta entonces, no volveré a citar el asunto.

Personalmente, sigo teniendo a «Atlantis» como una película Disney diferente, que sentaría camino para otros clásicos atípicos que llegarían más tarde como «El Planeta del Tesoro» o «Rompe Ralph». Me encanta ver que los de Disney a veces tienen el valor de explorar otros mundos lejos de los cuentos de hadas y los musicales.

Por cierto, la música es otra cosa que diferencia a «Atlantis». A pesar de carecer por completo de canciones vocales, tiene una banda sonora sencillamente épica que te hace sentir escalofríos, con temas compuestos por el genial James Newton Howard. Aquí un par de ejemplos. Es néctar para los oídos.

El diseño de personajes de «Atlantis» es muy diferente al que suele ofrecernos la casa del ratón, de aspecto más realista y líneas más angulosas (sólo hay que ver los dedos y las barbillas de los personajes masculinos). Los escenarios son de colores más apagados, algo normal si entendemos que la mayor parte del argumento transcurre en lugares sombríos, en cuevas y cavernas, o bajo una luz crepuscular. También hay que comprender que al encontrarnos en 1914, a comienzos de la Gran Guerra, el mundo no estaba para colores muy vivos.

La pareja protagonista también se aleja diametralmente a lo que Disney nos tenía acostumbrados. Milo Thatch es valiente pero no es un guerrero ni un hombre de acción; es cartógrafo, lingüista y fontanero (y todavía sigue soltero 😂), o tal y como le describe la misma princesa Kida:

«… un estudioso que a juzgar por su deficiente físico y enorme frente no vale para otra cosa».

«Dime, ¿de qué país eres? ¿Cuándo bajan las mareas? ¿Cómo puedes ver algo con estas lentes delante de los ojos?»

Ya que menciono a la princesa Kida, de esta chica podría decir muchas cosas sobre ella y por qué ha sido discriminada frente a otras princesas Disney de corte clásico, cuando realmente vale tanto como la que más. Por eso mismo, prometo que más adelante le dedicaré una entrada donde hablar largo y tendido sobre ella y otras princesas olvidadas.

Ahora tenemos que ocuparnos de los animales.

Los animales de «Atlantis, el Imperio Perdido»

Entre criaturas extintas y fósiles vivientes, en «Atlantis» aparece una selección de animales sorprendente que merece la pena comentar. Esa es la razón por la que me he decidido a dedicarle una entrada de «Fauna de Animación» en «AdenofreakTP», además de darle apoyo a la entrada sobre la anatomía del leviatán atlante. Vamos a ir paso a paso.

Podemos empezar por el gato mascota de Milo Thatch, de nombre «Misifú» (o «Fluffy», en la versión original). Es el único animal «normal» que aparece en toda la película; creo importante aclarar eso. Es un gato blanco que como todos los mininos domésticos pertenece a la subespecie Felis silvestris catus. Además, y según cuenta Moliere, es de raza persa, tiene tres años y fue el tercero de una camada de siete gatitos.

Gato blanco de raza persa.

El señor Whitmore sí que puede presumir de unas mascotas exóticas y muy poco comunes. Cualquiera puede mantener un gato en su piso, pero hace falta algo más que muchos billetazos para disfrutar en tu salón de un enorme acuario empotrado con nada menos que un par de celacantos (Latimeria chalumnae). Estos peces son fósiles vivientes que representan unos de los pocos descendientes inalterados de los peces que conducirían a los primeros tetrápodos terrestres. Difícilmente podríamos encontrar celacantos en cualquier otra película animada.

Los celacantos del señor Whitmore. Debe estar bien eso de ser multimillonario.
Celacantos africanos (Latimeria chalumnae)

Estos peces antiguos se creyeron extintos hace 300 millones de años, hasta que en 1938 se descubrió un ejemplar vivo junto a las costas de Madagascar, en aguas profundas del océano Índico. Desde entonces se han encontrado otras poblaciones a lo largo de la costa oriental de África, incluso una segunda especie de celacanto alrededor de la isla Célebes, en Indonesia.

Así hoy en día tenemos dos especies de celacanto: el africano (L. chalumnae) y el indonesio (L. menadoensis). Por lo visto, ambas especies pueden distinguirse por su color, teniendo el celacanto indonesio el lomo de tonos parduzcos frente al azul intenso que luce la especie africana. Puesto que los peces de acuario del señor Whitmore parecen ser de un azul uniforme, me decantaré por los celacantos africanos.

Por cierto, resulta curioso que la película se desarrolle en 1914 y el señor Whitmore pueda disfrutar de sus celacantos varias décadas antes del descubrimiento oficial de los celacantos vivos, como he dicho, en 1938. ¿Será que él ya los había descubierto y no quiso compartirlos con nadie?


Por el camino hacia la Atlántida, Milo tiene algunos problemas al traducir los textos atlantes escritos en el «Diario del Pastor», hasta el punto de equivocarse en una bifurcación y dirigir la expedición hacia la madriguera de un artrópodo gigantesco. No sabría decir que clase de bicho es, pero si tuviera que mojarme diría que es algún miriápodo, como un ciempiés o una escolopendra de tamaño familiar.

«¡No… puedes… pasar!»

Más adelante, la expedición sufre un incidente que les hace perder buena parte del equipamiento. Cuando están acampados, Milo busca un lugar apartado donde «plantar un pino» y asusta sin querer a unos insectos ardientes. Para su sorpresa, en seguida forman un enjambre de fuego que se lanza contra el campamento y empiezan a incendiarlo todo a su paso.

«¡Ya ni cagar tranquilo puede uno!»
«Estos bichos son muy monos cuando no se unen y forman el escuadrón de la muerte.»

Lo más parecido que se me ocurre en el mundo real son las luciérnagas, siendo todas ellas escarabajos de la familia Lampíridos. Las diferencias más evidentes son que las luciérnagas no viven en enjambres, su luz no es tan potente y ni mucho menos son inflamables. Además. los machos son los únicos capaces de volar.

Luciérnaga macho en vuelo

El primer animal que aparece llegados a la Atlántida es una especie de reptil volador con cresta cefálica, cola larga y las extremidades anteriores de huesos alargados que sostienen un patagio, convertidas así en unas verdaderas alas. Los bichos en cuestión recuerdan a los pterosaurios ranforincoideos.

Estos «pterosaurios atlantes» se encuentran por todas partes, posados en los muchos pináculos de la ciudad o esperando en el puerto las presas descartadas de los pescadores. Vamos, que podríamos decir que son como las gaviotas de este mundo subterráneo.

Peteinosaurus, un pterosaurio ranforrincoideo típico.

Por el mercado de la Atlántida se pasean unas criaturas azuladas de andares bípedos que recuerdan a los dinosaurios ornitomímidos, como los Gallimimus que salen corriendo en «Parque Jurásico». Aunque se diferencian en que estos no tienen cola ni brazos, hasta el punto de parecerse más a unos avestruces desplumados.

Al fondo se ven los ornitomímidos sin cola y sin brazos.
Gallimimus, dinosaurios ornitomímidos que según el doctor Allan Grant: «Cambian de dirección a la vez, como si estuvieran huyendo de un depredador».

Los pescadores de la Atlántida le tiran a Milo y la princesa Kida una de sus capturas, un extraño crustáceo con aspecto de bogavante, con pinzas, cola prensil y tres ojos oscuros. Como es una criatura claramente ficticia no voy a intentar identificarla, pero sí diré algo sobre sus ojos.

El extraño artrópodo de tres ojos.

Entre los crustáceos actuales existen algunos que en etapa adulta presentan un ojo adicional además del par que todos tienen normalmente. Los más conocidos de estos «tríclopes» son los Triops, crustáceos de agua dulce cercanamente emparentados con las pulgas de agua, dentro de la clase Branquiópodos. Se podrían describir como gambas con un escudo cefálico del que sobresalen tres ojos, que acostumbran a vivir en charcas y lagunas temporales. Son otro fósiles vivientes que han sobrevivido desde antes de la aparición de los dinosaurios, y no tienen nada que envidiarle a los celacantos que vimos antes.

El tema de los ojos de los crustáceos me resulta fascinante de verdad, aunque como es algo largo de contar lo dejaré para una futura entrada. Tan solo añadiré que los Triops al nacer tienen un solo ojo central (también llamado «ojo naupliar»), y durante su crecimiento van desarrollando sus ojos pares, hasta que al llegar a adultos se quedan con los tres.


Después de una visita turística por la Atlántida, los visitantes acuden a un banquete organizado por los atlantes en su honor. Tumbada en una ventana podemos ver una mascota de aspecto feroz, con pellejo violeta y rayas amarillas, zarpas con garras afiladas y un extraño juego de colmillos en la cabeza.

No se me ocurre nada comparable, aunque parece ser el fruto de una noche de pasión entre un tigre y un Placerias, un reptil dicinodonto del Triásico, que también lucía unos ornamentos semejantes junto al hocico.

Parte tigre. Parte Placerias. Todo mascota.

Todos los invitados se sientan a comer en torno al banquete. El plato fuerte es un pez que recuerda a un siluro (Silurus glanis), un enorme pez gato de cabeza ancha y deprimida, cuerpo serpentiforme y un marcado aspecto de pez prehistórico, aunque no lo sea. Es de los depredadores acuáticos más grandes de los ríos europeos, pudiéndose encontrar ejemplares de 5 metros y más de 300 kilos.

Como plato principal, siluro atlante a la jardinera con guarnición de patatas.
Siluro (Silurus glanis)

Como parte del choque entre distintas culturas, los visitantes de la superficie se ven obligados a enfrentarse con el exotismo de la cocina atlante. Una de las delicias culinarias que les sirven es una especie de langostinos con muchos ojos. Me he quedado descolocado con semejantes mariscos y no tengo ni idea de lo que pueden ser, aunque si me tengo que mojar, diría que son opabinias (Opabinia regalis).

La opabinia es una criatura extinta que vivió en el periodo Cámbrico, hace unos 500 millones de años. Lucía aspecto de gamba o langostino, y como estos bichos, tenía más ojos de los que debería.

«No te dejes la cabeza. Tiene proteínas.»
Reconstrucción de una opabinia.

Inspiración animal para los vehículos atlantes

Muchos milenios antes de que el hombre moderno levantara los pies del suelo, los habitantes de la Atlántida ya volaban velozmente en vehículos movidos por la energía del cristal. El leviatán solo era uno de ellos, el más grande de hecho, y 
el diseño de todos ellos está inspirado en criaturas marinas. En «Atlantis» aparecen por lo menos cuatro modelos más:

Aprovechando que tiene a mano un lingüista especializado en lenguas muertas, Kida le enseña a Milo un extraño vehículo que se olvidó hace siglos de como utilizarlo o leer el manual de instrucciones. El cacharro se asemeja a un Cephalaspis, un pez primitivo con la cabeza acorazada.


Milo no se lo piensa dos veces y decide marchar al rescate de la princesa Kida, usando los vehículos que los atlantes olvidaron cómo hacerlos funcionar. Tarda poco en enseñar a sus compañeros y aliados y él escoge uno para sí mismo. El vehículo de Milo se parece mucho a un tiburón martillo.


La mayoría se montan en otros vehículos de aspecto menos aerodinámico, pero que como ventaja, cuentan con un rayo de plasma semejante al del leviatán. Estos vehículos tienen las proporciones y el cuerpo alto de un mero, pareciéndose también en la posición súpera de la boca, orientada hacia arriba.


Por último, ya salvada la ciudad, Milo y Kida se despiden de sus amigos delante del transporte que les llevará hasta la superficie. El vehículo está basado claramente en un narval (Monodon monoceros), un mamífero marino con un colmillo helicoidal muy llamativo e inconfundible.


Entradas relacionadas

Fauna de Animación – La Bella y la Bestia
Anatomía del Leviatán de «Atlantis»
Bajo los ojos de un
Big Daddy
Suigintou y el abdomen de los mamíferos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *