Anatomía de la Sirenita II – Aleta caudal y membranas interdigitales
Tras presentaros a Ariel en la anterior entrega de esta serie, y después de dejar más clara que el agua mi opinión sobre este asunto, ya por fin podemos entrar en materia. Vamos a examinar la anatomía de nuestra protagonista, y como el movimiento es lo que más caracteriza a los miembros del Reino Animal, empezaremos por su manera de moverse.
Miómeros de pescado y músculo sacroespinal
Siglos de historias y leyendas han sido suficientes para que, además de Ariel y su especie, aparezcan múltiples híbridos y quimeras a medio camino entre los peces y los humanos. Estos tipos en su mayoría son horribles y agresivos, residentes de negras lagunas y aficionados a secuestrar a bañistas ligeras de ropa. Otros resultan tan simpáticos y amigables que hasta podríamos irnos de parranda con ellos. Quizás sean muy diferentes entre sí, pero todos comparten un rasgo común que les aleja radicalmente de las sirenas y los agrupa dentro de lo que llamaremos “hombres-pez no sireniformes”: tienen cuatro extremidades y se mueven a través del agua remando con ellas al estilo de las ranas y los nadadores humanos.
Por ejemplo, fijémonos en «Eslabón Perdido», de la película «Monstruos vs Alienígenas». Es un miembro representativo del grupo de los hombres-pez no sireniformes (aunque en su caso es más un simio-pez). Su piel es de color verdoso, carece completamente de pelo y cuenta con unas branquias externas que le permiten respirar bajo el agua cual ajolote mexicano. Sus fuertes brazos y piernas son su principal medio de locomoción, nadando a base de vigorosas brazadas. Es decir, «Eslabón» es un hombre-pez que no nada como un pez, sino como un humano.
Las sirenas son un caso distinto. Tienen brazos funcionales que no usan para nadar y sus piernas brillan por su ausencia. Su natación está basada en una cola musculosa y funcional dotada en su extremo distal con una aleta de radios cartilaginosos. Como las sirenas viven en el fondo del mar y a ninguna se le ha perdido nada en tierra (salvo a la joven Ariel, claro), las extremidades nunca les han hecho falta para caminar, del mismo modo que los peces carecen de patas adaptadas al medio terrestre. De hecho, si en cierta ocasión los peces desarrollaron extremidades fue para abandonar el agua y dar origen a los primeros tetrápodos. Nunca antes.
Ahora bien, hay algo que huele a pescado poco fresco en la aleta caudal de Ariel. La aleta caudal de todos los peces se encuentra dispuesta en un plano vertical con respecto al cuerpo y es agitada mediante contracciones alternas de los paquetes musculares de los costados (esa especie de laminitas que aparecen en los filetes de pescado sin piel). Dichos paquetes, llamados miómeros, son especialmente útiles para flexionar el cuerpo de lado a lado, por eso una aleta caudal en vertical es lo más efectivo para transmitir el esfuerzo al agua si es en zigzag como te mueves.
Cuando aparecieron los primeros anfibios a partir de los peces, los miómeros de la cola continuaron usándose de igual manera, pues cuando se echaban al agua seguían nadando haciendo movimientos zigzagueantes tal y como hacen hoy los tritones y los cocodrilos. De los miómeros que quedaron entre las cinturas escapular y pélvica, muchos sufrieron grandes modificaciones para servir a otros propósitos como ayudar en la ventilación pulmonar o impulsar las extremidades, aunque otros lograron pervivir. Al fin y al cabo, los reptiles continúan contorneándose al caminar en el suelo.
Millones de años más tarde, mientras los reptiles mamiferoides o sinápsidos abandonaban el movimiento en zigzag en favor del balanceo vertical de la columna vertebral, mucho más efectivo a la hora de correr, saltar y galopar como solo los mamíferos saben hacerlo (véase “Suigintou y el abdomen de los mamíferos“), otros músculos ganaron importancia en detrimento de los pocos miómeros que aún quedaban.
Músculos como el sacroespinal, el más grande del cuerpo humano. Es un músculo postural que mantiene la tensión de la columna vertebral cuando nos encontramos de pie, además de ser el mismo que los cetáceos y los manatíes usan para tirar de su cola hacia arriba. Un digno ejemplo de homología evolutiva. Por supuesto, estos dos órdenes de mamíferos marinos acabaron desarrollando una aleta caudal de tejido cartilaginoso en posición horizontal para apoyar el balanceo vertical de su cola.

Volviendo a Ariel, la aleta caudal de nuestra sirenita no está en el plano vertical del cuerpo, sino en el horizontal como si de la cola de un delfín se tratara. Una incongruencia evolutiva de las que se ven pocas.
El horror de la sirena con rodillas
En resumen, las sirenas tienen una aleta caudal soportada por radios como la de los osteíctios, pero debido a la posición de esta, los músculos que la mueven son homólogos a los de los mamíferos. Y ahora viene la pregunta detrás de todo esto: si las sirenas son quimeras mitológicas entre humanos y peces, ¿por qué nos empeñamos entonces en colocarles la aleta caudal horizontalmente como la de un mamífero marino, y no como la de un pez?
Bueno, existen varias respuestas a esta pregunta, y una de ellas la tenemos en el pintoresco puerto de Copenhague, en Dinamarca.

Allí descansa una estatua de bronce que representa a una joven sirena arrodillada sobre la dura piedra aguardando a que algún marinero se acerque a cortejarla. Su sencillez y belleza la hicieron mundialmente famosa, y aún hoy se la conoce como «La Sirenita de Copenhague«. Fue erigida a principios del siglo pasado por un escultor danés inspirado en el cuento que su compatriota, Hans Christian Andersen, escribió años atrás.
Esta escultura demuestra el concepto que los artistas románticos tenían de una sirena. Para los de este gremio, las sirenas eran doncellas acuáticas sin nada mejor que hacer que sentarse sobre una roca y cantar. Y claro, como la columna vertebral de un pez le impediría sentarse con elegancia, a los artistas no se le ocurrió nada mejor que tomar una chica, unirle una pierna contra la otra y colocarle una aleta horizontal en el extremo.
Así se explica lo que ocurre actualmente. La gente lleva tantos años viendo sirenas con las piernas unidas y con rodillas (¡sí, rodillas! ¡Qué horror!), que ya las aceptan ciegamente sin darse cuenta de que así le están dando una patada a la anatomía comparada.
Membranas interdigitales
De todas formas, no todo van a ser meteduras de pata. Aunque el asunto del plano de natación les traiga sin cuidado, Ariel y las sirenas sí que obedecen a una directriz muy cierta en la evolución de los tetrápodos: «Si un tetrápodo de vida acuática cuenta con una aleta caudal funcional, no necesitará desarrollar membranas interdigitales en sus extremidades«.
Por ejemplo, los tritones y las salamandras de vida acuática, como los ajolotes (Ambystoma mexicanum), tienen de expansiones dorsales y ventrales a lo largo de su cola que cumplen perfectamente con el cometido de impulsar al animal. Por eso mismo, no lucen membranas entre los dedos ni falta que les hacen.
Al contrario, a otros tetrápodos ligados al agua pero desprovistos de una cola apropiada para nadar, no les quedó otra opción que desarrollar membranas entre sus dedos con la que maximizar el impulso. Unos en los dos pares de extremidades, como las ranas; y otros solo en uno de ellos, siendo el caso de todas las aves “palmípedas”: patos, gansos, pelícanos y, por supuesto, las gaviotas como Scuttle.
Scuttle tiene en sus patas unas membranas interdigitales muy aparentes que sin duda deben venirle muy bien para nadar. Pero a nuestra Ariel, no le hacen ninguna falta. Teniendo una aleta caudal eficaz y funcional, ¿qué sentido tendrían unas membranas interdigitales entre sus dedos? La evolución rara vez hace desarrollar a los seres vivos algo innecesario, y las sirenas no iban a ser la excepción ni mucho menos.
Hasta aquí. Analizando la cola y las manos de nuestra protagonista hemos demostrado que aunque tenga partes de pez y de mamífero, las características de ambos grupos pueden estar más interconectadas entre sí de lo que creemos. Queda claro que Ariel no es solamente un torso humano con delantera cosido a una cola de merluza. Y si esta entrada no ha sido suficiente, quizás os convenza con la próxima entrega de esta serie. ¡No os la perdáis!