Anatomía de la Sirenita I – Ariel, una sirena modelo

Los marinos hablan de unas criaturas de leyenda que atormentan su imaginación desde que los primeros navegantes se alejaron de la tierra firme. Su mito les inspiraba temor, mas su belleza embriagaba su corazón. ¿Qué se esconde en la oscura profundidad del océano? ¿Quién canta esa canción que se escucha entre la bruma? ¿Con qué sueña un puñado de hombres sin compañía femenina en mitad del mar? Con las sirenas, por supuesto.

Ariel será nuestra sirenita modelo
Ariel será nuestra sirenita modelo

Os propongo realizar junto a vosotros un ensayo de biología especulativa describiendo la posible anatomía de un organismo de ficción, basándonos en animales reales. Ya hicimos algo parecido antes con el leviatán de “Atlantis: El imperio perdido”. Sin embargo, en esta ocasión no nos las veremos con un tremebundo artrópodo mecánico, sino con una criatura grácil, armoniosa y completamente biológica. El espécimen que usaremos en adelante como modelo será Ariel, la joven protagonista de otro de los clásicos animados de la factoría Disney: “La Sirenita”.

Cuando un biólogo se dispone a estudiar la anatomía de una especie, lo primero que debe hacer es seleccionar un individuo que sea representativo de la especie en cuestión. Quizá alguien se preguntará el porqué de elegir a esta doncella como representante de las sirenas, sobre todo habiendo tan inmensa variedad entre las cuales escoger. Todas ellas son ejemplares muy válidos, pero tengo muy buenas razones para inclinarme por Ariel.

Ariel es una estrella

La primera y más evidente es la gran cantidad de material audiovisual del que disponemos sobre Ariel. Lo ideal sería tener a una sirena en cautividad para poder observarla, experimentar con ella y hasta diseccionarla llegado el caso, pero como no es así­, habrá que conformarse con datos indirectos.

“La Sirenita” fue estrenada en cines en 1989, adaptando al género de animación un relato infantil del escritor danés Hans Christian Andersen (el mismo que escribió «La reina de las nieves», el relato que inspiró «Frozen«) que cuenta las aventuras de una joven sirena en pos de un amor imposible. A pesar de ser la princesa de su reino, y estar siempre rodeada de lujos y una vida placentera, Ariel se las ingenió para enamorarse de un ser humano. Un sencillo argumento propio de cuento de hadas que logró cautivar a los espectadores.

Debo formar parte de él
♫ «Debo formar parte de él»

La película triunfó en taquilla. Fue aclamada por el público y la crítica, y aún hoy sigue siendo la película favorita de muchos niños y no tan niños. Tras ella vinieron dos secuelas, «La Sirenita 2» y «El Origen de la Sirenita»; y una serie animada (y un innecesario remake de acción real, del cual no pienso decir nada más 😒).

Nuestra sirenita también pertenece a la franquicia «Disney Princess», con todo el boom de merchandising que era de esperar. No es muy difícil encontrarse por la calle a alguna niña llevando a cuestas una mochila o un paraguas con Ariel posando junto a otras princesas del prestigio de Bella, Aurora o Rapunzel.

Tampoco podía faltar un musical de Broadway, para aprovechar el filón promocional y sacarle también los cuartos al público adulto. No olvidéis que la factoría Disney es ante todo una empresa, y su objetivo es obtener beneficios como sea.

Incluso podemos encontrarnos a Ariel en la saga de videojuegos “Kingdom Hearts” compartiendo escena con Sora, el pato Donald y Goofy. En una historia en la que se entremezclan personajes de Final Fantasy con otros creados por Disney, nuestra sirenita debía hacer su cameo de rigor.

Ariel no sabe nada de magia

Aunque, no es solo por su fama. El segundo motivo de peso para elegir a Ariel como espécimen a estudiar, por encima de otras sirenas aspirantes, es que nuestra sirenita no es una criatura mágica ni sabe nada acerca de “poderes paranormales”.

Prueba de esto es que en la película, cuando desea desesperadamente ir a tierra firme a conquistar al príncipe Erik, nuestra Ariel recurre a los servicios de Úrsula, una bruja profesional, para que la convierta en humana, y así poder salir del mar caminando con piernas y todo.

Ariel tiene piernas
Para salir del mar, Ariel necesitó los servicios de Úrsula y la ayuda de sus amigos.

Otras sirenas de ficción, disponen del suficiente poder mágico para alternar entre sus formas humana y «sireniforme» como si se cambiasen de medias. Estas sirenas no nos sirven.

Ariel carece completamente de poder mágico. Es más, me atrevería a decir que sabe tanto de magia como podrían saber las bacaladillas de la pescadería. ¿Y esto resulta tan importante? Ya lo creo, porque cualquier dificultad que podamos encontrarnos a la hora de desentrañar la anatomía de nuestra joven pelirroja, no podremos solucionarla diciendo que «lo hizo un mago».

Eso sería demasiado fácil, visitantes, y así­ no se hacen las cosas en «AdenofreakTP» ni en ningún otro blog donde aprecien las ciencias de la vida. Aquí­ ni magia ni gaitas fritas. Seguiremos las leyes de la biología hasta sus últimas consecuencias.

El mito de las sirenas

Por último debo dejar bien clara una cosa, antes de que podáis pensar mal de mí. Esta serie de entradas no está destinada de ningún modo a probar la existencia real de las sirenas. Para eso ya existen todos los fraudes a punta pala que aparecen cada año rivalizando en exageración, ingenio y dominio del Photoshop.

Sirenas momificadas, sirenas varadas en la playa, pinturas prehistóricas dibujadas con tizas, misteriosos salvamentos marítimos, avistamientos fugaces en mitad de la noche… son sólo cuentos y montajes que acaban siendo carne de prensa amarilla. Y no voy a molestarme en enumerarlos. En mi humilde opinión, las sirenas son seres puramente mitológicos y una hermosa fantasía. Cualquier prueba que pretenda hacerlas pasar como especie real la consideraré una magufada con todas las letras. He hablado.

Sirena disecada hecha con torso de macaco y cola de pescadilla
Torso de macaco y cola de pescadilla. ¡Vaya sirena más mona!

Es muy triste pero debemos admitirlo: las sirenas no existen en el mundo real, como los duendes, los gremlins o los esquimales. De todas formas, aunque sepamos que son ficticias, a partir de ahora nos va a importar poco la cruda verdad. Mientras examinemos a fondo la anatomía de la sirenita, nos olvidaremos por completo de la realidad y fantasearemos dentro de los límites de la biología especulativa.

Y puesto que la introducción ya está hecha, en la próxima entrega iremos al lio.


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