Los chacales del dios Anubis

Fue hace ya mucho, mucho tiempo que tratamos el tema de las valquirias y su origen como mito entre los pueblos escandinavos. En aquel entonces os hablé largo y tendido de plumas rectrices, doncellas guerreras y cuervos del norte de Europa. Esta vez cambiaremos el escenario y os contaré una historia protagonizada por muchos cadáveres, un dios de la muerte y hambrientos chacales del desierto.

Cuerpo humano y cabeza de chacal

El dios Anubis en el antiguo Egipto

Todo comenzó hace unos 8.000 años, cuando los primeros humanos agricultores y ganaderos se asentaron en el valle del rio Nilo. En aquellas tierras fértiles y bien regadas por las crecidas anuales del río, no tardó en surgir una civilización rica y poderosa que logró perdurar durante milenios. Su riqueza y los avances científicos y tecnológicos que desarrollaron fueron la envidia de los otros pueblos de Oriente Medio. Los antiguos egipcios se distinguen por los grandes monumentos que nos dejaron, su vasta cultura y su compleja mitología, llena de exóticas divinidades. Y de entre todas esas divinidades, hoy hablaremos del dios Anubis.

Anubis era un dios muy popular e influyente, que se codeaba con los personajes más poderosos de la época, como el faraón Seti I, padre de Ramsés II.

Anubis fue uno de los dioses más importantes del panteón egipcio. Su fama tenebrosa le ha mantenido vivo en la cultura actual, hasta el punto ser uno de los pocos dioses egipcios que pueden ser nombrados por cualquier hijo de vecino, junto a Ra, Osiris, Horus e Isis. Los demás dioses egipcios pasan más desapercibidos.

En la mitología egipcia, Anubis era el encargado de conducir las almas de los difuntos a la otra vida, para que después Osiris se ocupase de juzgarles y decidir su destino final. No dejéis que os engañen: Anubis no era un ser siniestro para los antiguos egipcios. Más bien, era el protector de los muertos, un amigo fiel que guiaba sus pasos en medio de la oscuridad del más allá y aseguraba que llegasen hasta su juicio, sin perderse entre las sombras del inframundo.

Los sacerdotes de Anubis llevaban máscaras del dios cuando se disponían a momificar difuntos de la familia real.

A nuestro amigo Anubis se le representaba como un hombre con cabeza de chacal. Los antiguos egipcios se obsesionaron desde muy pronto con la idea de montarse todo un panteón divino a base de encasquetar cabezas de animales a monigotes de perfil. Probablemente, buscaban personificar la figura y el comportamiento de los animales y así poder adorarlos. Cosas más rara hacen en otras religiones.

La pregunta es ¿por qué los antiguos egipcios escogieron concretamente a un chacal para personificar al dios de los muertos?

Los hambrientos chacales del desierto

Lo primero será ver con que chacal convivieron los egipcios. Los chacales constituyen un grupo informal compuesto por tres especies de «perros salvajes» dentro de los cánidos. Son depredadores inteligentes que están adaptados a moverse constantemente a la búsqueda de cualquier oportunidad que se presente. Si en algún momento salta la liebre, los chacales estarán allí para pillarla.

Por ejemplo, el chacal de lomo negro (Lupulella mesomelas) y el chacal rayado (Lupulella adusta) viven en las extensas sabanas del África subsahariana. En los típicos documentales de felinos africanos, se les suele ver junto a los buitres, mendigando o robando algunos jirones de carne a los depredadores más glamurosos, como lo grandes felinos.

En cambio, el chacal dorado africano (Canis lupaster), o lobo dorado africano, se extiende por el norte de África, llegando por el sur hasta el Sahel y Tanzania. Sin duda, este fue el chacal que habitaba el valle del Nilo en los tiempos de gloria de los antiguos egipcios.

Chacal dorado africano (Canis lupaster)

A un chacal hambriento le importa muy poco la especie de la carroña que va a darle de comer. Todo sirve, ya sean los restos de una gacela, una cabra de la noche anterior o un humano fresquito. Tal y como ocurría con los cuervos del norte de Europa, los chacales dorados también se sentían muy interesados por los cadáveres humanos, más si a su alrededor no había más que interminable y árido desierto. No sería extraño ver a los chacales rebuscando por un campo de batalla lleno de carroña humana después de una guerra tribal, o cerca de las casas si alguna familia estaba de luto y el difunto empezaba a oler a muerto.

De ahí a que los antiguos egipcios tomasen al chacal como la manifestación terrenal del dios de los muertos, solo hubo un paso. Así fue como nació Anubis, cuando el comportamiento de los chacales del desierto inspiró a los humanos un mito relacionado con la muerte, de una manera muy semejante a lo ocurrido con los cuervos y las valquirias nórdicas.

Esto demuestra que da igual con quien tratemos, ya sean rudos normandos o antiguos egipcios: los humanos deseosos de mitos siempre serán igual de imaginativos y fantasiosos. Dicho queda.


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