De ostracodos y semillas
Hace tiempo, cuando os hablaba de mi descubrimiento personal con los ostrácodos, mencioné brevemente que en los países anglohablantes se conoce a estos bichillos por el simpático nombre de «seed shrimps», que significa literalmente «camarones semilla». En aquel entonces no me pareció más que una simple curiosidad. Sin embargo, ahora veo que en realidad ese nombre tiene más sentido del que a primera vista parecía. Voy a explicaros por qué.

Ostrácodos y semillas de colza
«Camarones semilla», ¿eh? Entonces lo primero será presentaros a una semilla particularmente parecida a un ostrácodo para que nos sirva de ejemplo. Los aficionados a los canarios y los pinzones la conocemos bastante bien, pues es un componente acostumbrado de las mezclas de semillas para aves de jaula. Pero incluso los que no tienen mascotas, seguro que alguna vez han oído hablar de la colza.

La colza (Brassica napus) es una planta herbácea de la familia Crucíferas que se cultiva mundialmente para la obtención de aceite vegetal de gran calidad. Estas semillas son lisas, casi esféricas y tienen un diámetro en torno a los 2 mm. Como en todas las plantas dicotiledóneas, cada semilla está surcada por una hendidura que la divide en dos mitades simétricas, que se corresponden con los dos cotiledones. Cuando germine y empiece a desarrollarse el embrión, los cotiledones de desplegarán y constituirán el primer par de hojas de la joven plántula de colza.

¿Y a qué viene todo esto? Pues resulta que vistos por fuera los ostrácodos recuerdan enormemente a las semillas de colza. Son animalitos con un caparazón redondeado y liso que nunca superan los 3 mm de largo. Cierto que algunos ostrácodos de agua profundas, como Gigantocypris, pueden llegar a alcanzar un tamaño colosal de 25 mm, aunque es un ejemplo de gigantismo abisal que no viene al caso. Los «seed shrimps» que conviven con nosotros son siempre diminutos.
También está el hecho de que el caparazón de los ostrácodos esté formado por dos valvas simétricas que encajan una contra otra, como si fuesen las conchas de un berberecho. Externamente, en mi opinión, un ostrácodo con su par de valvas se parece mucho a una semilla dicotiledónea con sus dos cotiledones, valga la redundancia.

Foresis y zoocoria, viajando gratis
Hasta aquí son solo semejanzas superficiales las que unen a los «seed shrimps» y las semillas. Sin embargo, eso no es todo. Los ostrácodos y las semillas también se parecen en su estilo de vida.
Sabemos que muchas plantas confían sus semillas a los animales para que estos las dispersen de un modo realmente eficaz, ya sea agarradas o pegadas al exterior del cuerpo o en el tubo digestivo al ser ingeridas junto con el fruto. Esta estrategia de las plantas es la zoocoria.
Entre los animales, lo equivalente es la foresis, una relación interespecífica en la que el animal grande traslada involuntariamente al más pequeño. Se conocen especies de ostrácodos epibiontes que viven permanentemente sobre animales más grandes, pero los «seed shrimps» que practican la foresis sólo se asocian a otros animales para viajar.
Por ejemplo, tenemos a Elpidium bromeliarum, un ostrácodo de la América tropical que vive en el dosel arbóreo de los bosques, en los cuencos llenos de agua que se forman en el centro de la roseta de hojas de las bromelias epífitas. ¿Cómo diantres puede moverse entre las bromelias un bichejo acuático de apenas 1 mm? Pues mediante la foresis, usando a las ranas arborícolas como si fueran un taxi, como las del género Dendrobates, las famosas ranas dardo. A estos batracios les gusta usar las bromelias como guarderías para sus renacuajos, y como han de visitarlas con cierta frecuencia y además ocupan varias bromelias a la vez, los ostrácodos solo deben aferrarse a la viscosa piel de las ranas y disfrutar del viaje como polizones (fuente).


Los Elpidium bromeliarum afrontan un peligro evidente. Para un diminuto ostrácodo podría resulta peligroso convivir con renacuajos hambrientos en un espacio tan reducido sin que lo devoren a la primera oportunidad. Pero eso no es un problema, ya que los «seed shrimps» demuestran una última semejanza compartida con las semillas: la foresis interna.
Cypridopsis vidua, un ostrácodo muy común en los ríos europeos, tiene un modo sorprendente de resistir los ataques de sus depredadores. Cuando un pez encuentra uno y lo engulle, el diminuto Cypridopsis junta con fuerza sus valvas y confía en que estas resistan la acción de los jugos gástricos y las enzimas digestivas. Con un poco de suerte, el ostrácodo es liberado horas después junto a los excrementos del pez y vuelve sin más a su rutina, como si nada hubiera pasado. Gracias a la resistencia de sus valvas los Cypridopsis pueden ser devorados y defecados como si fueran pipas de sandía, y sobrevivir (fuente).

En fin, siempre me ha resultado bastante difícil comprender la manera de pensar de los anglosajones, sobre todo tras conocer su pasión por los verbos irregulares, la cerveza caliente, la salsa de menta o el haggis. Pero reconozco que con el nombre con que bautizaron a los ostrácodos («seed shrimps») dieron en el clavo. Y estas han sido mis razones.