Plumas de Valquiria – Lenneth

Después de presentaros a Hrist en la primera entrega de «Plumas de Valquiria», ha llegado el momento de pasar a la segunda de las hermanas. Hoy toca hablar de Lenneth (Lén-ned). Esta noble valquiria de grises cabellos me ha dado más quebraderos de cabeza que su hermana mayor, pero he intentado esmerarme lo más posible para continuar la trilogía con la calidad que todos deseabais. Y espero haberlo conseguido.

La saga de las valquirias continúa.

Lenneth, la valquiria leucista

Os presento a Lenneth, la segunda en edad de las tres hermanas y, a mi parecer, la más hermosa de las doncellas guerreras. De carácter afable y algo melancólico, es una luchadora temible que sólo revela su gran poder cuando es necesario, haciendo gala de una legendaria humildad.

Su armadura está esmaltada con un vibrante color azul, como el cielo despejado en una mañana fría. Para completar tan gélida imagen, Lenneth tiene el pelo gris plateado, muy largo, y recogido en una elegante trenza. Esta es la razón de que su casco carezca de recubrimiento acorazado por encima y en la nuca, para permitirle lucir un peinado tan voluminoso. A cada lado del casco ostenta cuatro plumas de un blanco inmaculado, haciendo juego con el claro cabello de la más fría doncella guerrera.

El cabello de Lenneth es plateado, pero no tiene problemas en exponer su piel a la luz solar.

A pesar de su condición divina, Lenneth es un buen ejemplo de persona leucista. El leucismo es una alteración genética que provoca que quien la presente tenga el cabello totalmente blanco, debido a que los folículos pilosos tienen grandes dificultades para depositar el pigmento negro (melanina) en las células queratinizadas del pelo en crecimiento. El leucismo es bastante común en el reino animal, y también a las aves le puede ocurrir con sus plumas y sus folículos plumosos.

Sin embargo, no podemos confundir el leucismo con el albinismo. El leucismo solo afecta a los folículos, y no a la piel ni a los ojos, zonas donde también está presente la melanina cumpliendo su función esencial de proteger al organismo de la luz ultravioleta. En cambio, el albinismo es una enfermedad que impide por completo la síntesis de melanina en todo el organismo de quien la padece. El pelo permanece blanco, la piel rosada y los ojos son rojizos, ya que el iris no tiene pigmento alguno y lo que vemos es la retina y los vasos sanguíneos del fondo del globo ocular. Eso era lo que le pasaba a «Copito de Nieve», la estrella más brillante del zoológico de Barcelona. Los animales albinos son muy sensibles a la radiación solar provocándoles quemaduras y cáncer de piel, como el que llevó a la muerte al viejo gorila blanco.

¡Desde «AdenofreakTP» te recordamos, Copito!

Nuestra doncella guerrera presenta leucismo. Su pelo no está pigmentado, pero sus ojos y su piel sí que lo están. Lenneth tiene la piel clara como cualquier joven escandinava, pero no muestra sensibilidad alguna a la luz solar.

Volvamos al asunto de las plumas, que nos dispersamos.

Para adornar su casco, Lenneth eligió plumas blancas que combinasen perfectamente con su pelo leucista, y que además, fueran lo más diferentes posible de las plumas negras de Hrist, su hermana mayor. Sólo nos queda averiguar de que aves podrían venir sus plumas. Existen tantísimas aves de blanco plumaje en el norte de Europa que ni el mismo Odín podría ayudarnos en la tarea. Sin embargo, la propia armadura de Lenneth nos da una pista fundamental.

Observad los emblemas circulares que lleva en las hombreras de la armadura y los laterales del casco. Podemos apreciar un bajorrelieve de un ave majestuosa de cuello largo y anchas alas cubiertas de plumas que sale volando entre las altas hierbas. Esta ave sólo puede ser un cisne.

Lenneth lleva unos emblemas en el casco y las hombreras con la imagen de un ave.

Los cisnes de plumaje blanco e inmaculado bien podrían ser las aves que Lenneth eligió para pedir prestadas sus plumas rectrices. Y la verdad, es que encajan a la perfección. El carácter calmado de nuestra doncella guerrera refleja muy bien el comportamiento de los cisnes y el cariño proverbial que atribuimos a tan blancas aves. Pero cuidado, pues un cisne que actúa en defensa propia o protegiendo a su familia, puede ser un rival temible que no dudará en plantar cara a cualquier enemigo que se atreva a acercarse demasiado. Al igual que Lenneth, son tranquilos por naturaleza pero revelarán sus instintos guerreros si se sienten amenazados.

Ahora bien. En el norte de Europa conviven dos especies de cisnes, que migran hasta allí cada primavera para anidar y criar a sus polluelos: el cisne mudo (Cygnus olor) y el cisne cantor (Cygnus cygnus). Los dos son de gran tamaño, tienen el plumaje puramente blanco y comparten distribución geográfica con nuestra valquiria de cabello plateado.

Sin embargo, debió decidirse por una especie de cisne concreta. Creo que Lenneth señaló inequívocamente al cisne cantor, y lo hizo por una buena razón.

Durante la Edad Media, las leyendas y canciones se transmitían oralmente por los juglares, que viajaban de ciudad en ciudad así como los cisnes migran todos los años de norte a sur. Cada pueblo o nación tenía sus propios cantares de gesta, y tan solo unos pocos han sobrevivido al paso del tiempo hasta llegar a nuestros días. Si el «Cantar de Mio Cid» es el cantar medieval que representa a los hispanohablantes, el «Cantar de los nibelungos» es el que corresponde a los pueblos nórdicos que en la antigüedad veneraban a las valquirias. Para esas gentes, el cantar de los nibelungos representa una fuente muy valiosa acerca de los orígenes de su cultura y, de hecho, parte de la mitología nórdica la conocemos gracias a esta obra.

Al elegir las plumas de estas aves, Lenneth muestra su aprecio con los juglares que honran a las valquirias a través de los cantares. Sabiendo la importancia de los cantares de gesta para la transmisión de la cultura, es fácil imaginar como Lenneth quiso hacerles honor llevando plumas de un cisne que los mortales denominaron «cantor». Cierto es que el cisne mudo no es totalmente «mudo», pero al cisne cantor no le llaman así en vano.

En la próxima y última entrega de «Plumas de Valquiria», le tocará el turno a Silmeria, la valquiria rebelde y la más joven de las hermanas. Esta sí que dará guerra, más que sus dos hermanas juntas.

Si os ha gustado, comentad; si no, comentad también y los discutimos. Ruego haber logrado mantener el nivel que todos esperabais.


Entradas relacionadas

Plumas de Valquiria
Gárgolas, valquirias y la «Paradoja del pecho bonito»
Los chacales del dios Anubis
El petirrojo de Mary Poppins

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *