🔥🍁 La Mirada Ardiente del Otoño Eterno – Relato

Sus pasos crujían sobre un manto de hojas doradas, mientras el bosque, en una coreografía de ramas inclinadas, le rendía homenaje. Ella era una figura envuelta en misterio, el otoño hecho mujer, con una mirada ardiente como brasas bajo un dosel arbóreo teñido de ámbar. Su vestido, un tapiz de tonos carmesíes y negros, parecía tejido con hilos de la propia estación, adornado con filigranas doradas que brillaban al compás de la luz filtrada por las copas de los árboles caducos. En su cabello castaño, una hoja ardía sin consumirse, alimentando un fuego eterno que desafiaba la ley natural.

Las hojas caían más rápido con cada paso que daba, formando una alfombra que se extendía a su paso, como si el bosque mismo supiera que estaba ante una fuerza más allá de lo mortal. El aire, impregnado del perfume dulce y melancólico de la tierra húmeda, se tornaba pesado, cargado de un respeto silencioso. Había un equilibrio extraño en su presencia: ella era tanto el final como el principio, la última exhalación del verano y la promesa de un invierno que todavía aguardaba.

Sus manos sostenían un poder insondable, un poder capaz de arrasar bosques enteros u otorgarles un último aliento de vida. Las ramas más cercanas crujieron suavemente cuando sintieron su presencia, como si estuvieran agradecidas de que ella no hubiera decidido aún su destino. Miró hacia el horizonte, donde el Sol, ocultándose entre los árboles, teñía todo de oro líquido. Sus ojos, cargados de un fuego sereno, parecían contener preguntas sin respuesta, dilemas tan antiguos como la vida en la Tierra.

Se detuvo un momento, dejando que el viento le acariciara el rostro y avivase las llamas en la hoja que portaba como una corona. ¿Dejaría que el otoño siguiera su curso esta vez? ¿O convertiría esta estación en una eternidad, atrapando al bosque en un ciclo interminable de melancolía y belleza?

El bosque esperó. Y ella, la encarnación del crepúsculo de las hojas, simplemente cerró los ojos, sintiendo el latido de las raíces y las micorrizas bajo sus pies. Aún no había llegado el momento de decidir.


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